No hay tregua posible entre Donald Trump y Hillary Clinton. La gala benéfica de la Fundación Al Smith, que reúne a todos los poderosos de
la todopoderosa ciudad de Nueva York, suele ser una suerte de alto entre los candidatos presidenciales a la Casa Blanca en la que, por una vez, bajan las armas, se ríen de sí mismos y lanzan alguna pulla graciosa, incluso ácida, al contrario. La noche del jueves, en el Waldorf Astoria, Trump rompió esa –otra- tradición de la campaña. Ella hizo lo habitual, atacar con bromas y varios dardos venenosos; él se presentó con un cuchillo jamonero y acabó recibiendo varios abucheos de la crema de la sociedad neoyorquina. Iba a ser un respiro en la carrera electoral, pero se convirtió en el cuarto y más ácido debate.
la todopoderosa ciudad de Nueva York, suele ser una suerte de alto entre los candidatos presidenciales a la Casa Blanca en la que, por una vez, bajan las armas, se ríen de sí mismos y lanzan alguna pulla graciosa, incluso ácida, al contrario. La noche del jueves, en el Waldorf Astoria, Trump rompió esa –otra- tradición de la campaña. Ella hizo lo habitual, atacar con bromas y varios dardos venenosos; él se presentó con un cuchillo jamonero y acabó recibiendo varios abucheos de la crema de la sociedad neoyorquina. Iba a ser un respiro en la carrera electoral, pero se convirtió en el cuarto y más ácido debate.
“La mejor de mis virtudes es la modestia, por encima incluso de mi temperamento”, dijo Trump al principio, arrancando risas, con el rostro serio pero en la línea de lo que se espera en esa cena, que busca captar fondos para obras caritativas de la iglesia católica con discursos cargados de humor. “Hillary dice que si sale elegida me quiere de embajador en Irak o Afganistán”, continuó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Suelta lo que estas pensando...